LA SAGRADA IMAGEN DE NTRA. SRA. DE LA ANTIGUA
La imagen primitiva de la Virgen de la Antigua, desapareció durante la guerra civil y, aunque circulan varias versiones sobre cuál fue su destino, lo único cierto es que en su momento hubo que hacer una imagen nueva.
La descripción que más aporta a la hora de saber del estilo y la calidad de aquel primitivo y sagrado simulacro de nuestra Señora, nos la da, una vez más el padre Juan Ruiz, que nos dice lo siguiente:
"La sagrada imagen de la Stma. Virgen presenta todos los caracteres del tipo general y comunísimo en las imágenes antiguas de escultura, es el de la Virgen-Madre: la Señora está en pie, viste cumplida túnica, manto y velo, y usa calzado más o menos puntiagudo. Cuando, en los siglos posteriores, entró la costumbre de representar a la Virgen Stma. en pie y vestida con ropajes encima de la talla, se mutiló y desfiguró esta sagrada efigie para adaptarla al gusto de la época".
Todo parece indicar que la imagen que conoció el carmelita era una talla gótica, acorde con el estilo y la época de la ermita, apoya esta tesis que diga que es de estilo antiguo y que usa calzado puntiagudo.
Parece que, como muchas imágenes de la época, fue retallada, suponemos que entre los siglos XVII y XVIII, cuando se imponen las imágenes de vestir, acordes con la teatralidad del barroco, buscando que las figuras parezcan personas reales, vistiéndolas no solo con ropajes de tela, sino además, al gusto de la época, con sayas acampanadas, rostrillos, tocas, puñetas y otros complementos que nada tienen que ver con la ropa de una mujer hebrea del siglo primero.
Aunque el padre Juan Ruiz habla con bastante dureza de este retallado, diciendo que la imagen fue mutilada y desfigurada, la mentalidad tridentina fue bastante proclive a esta, entonces, nueva estética, pues se consideraba que así se tenía un concepto más humano y más cercano de las personas sagradas, al dar las imágenes sensación de realismo.
Una vez retallada la imagen de la Antigua, empieza a vestirse con trajes de Reina, al gusto de la época, pero las reinas y las damas de la nobleza en general, no usaban unos trajes tan ostentosos cuando salían al campo o viajaban o peregrinaban. En esas ocasiones llevaban ropa algo más cómoda. Nada de rostrillos, ni largos mantos, ni tocas. Permitían incluso que se les viera el pelo usando sombreros y tocados, a veces muy elaborados adornados con flores y plumas.
En España y en Hispanoamérica, la Virgen María empieza a ser representada con estas ropas campestres, sobre todo a raíz de la aparición en Sevilla de la advocación de la Divina Pastora en el convento de frailes capuchinos. A raíz de este hecho, este tipo de vestimenta empezará a conocerse como traje de pastora.
Tras la contienda bélica, y en paralelo a la restauración del Santuario, el párroco de San Juan hizo un llamamiento pidiendo fotografías de la imagen desaparecida y con las que se recogieron, se encargó la imagen actual, copia fiel de la anterior. Una talla en madera que reproduce, incluso, la cumplida túnica y el zapato más o menos puntiagudo, al que se refería el padre Juan Ruiz, como testimonio del resto que quedaba del retallado de la imagen primitiva.