De la imagen original de la Virgen de la Antigua, conservamos unas medallas devocionales de principios del siglo XX y una fotografía en la que la Virgen aparece en el retablo mayor de San Juan, apreciándose con poco detalle. Aún así, en estas reproducciones podemos apreciar la posición de la Virgen y del Niño, la inclinación de la cabeza, la forma en que se vestía, además de algunos elementos que aparecen en los antiguos elencos como la corona, el cetro y la media luna de la Virgen, la cruz que ostenta en un lado del pecho, la ráfaga en la cabeza del Niño o la peana en forma de nube con un querubín al centro que, según los inventarios ya existía a finales del siglo XIX y era tallada en madera y dorada. También podemos hacernos una idea del tamaño, observando las proporciones con respecto al retablo de la iglesia, donde está ubicada. La descripción que más aporta a la hora de saber del estilo y la calidad de aquel primitivo y sagrado simulacro de nuestra Señora, nos la da, una vez más el padre Juan Ruiz, que nos dice lo siguiente: La sagrada imagen de la Stma. Virgen presenta todos los caracteres del tipo general y comunísimo en las imágenes antiguas de escultura, es el de la Virgen-Madre: la Señora está en pie, viste cumplida túnica, manto y velo, y usa calzado más o menos puntiagudo. Cuando, en los siglos posteriores, entró la costumbre de representar a la Virgen Stma. en pie y vestida con ropajes encima de la talla, se mutiló y desfiguró esta sagrada efigie para adaptarla al gusto de la época. Todo parece indicar que la imagen que conoció el carmelita era una talla gótica, acorde con el estilo y la época de la ermita, apoya esta tesis que diga que es de estilo antiguo y que usa calzado puntiagudo. Parece que, como muchas imágenes de la época, fue retallada, suponemos que entre los siglos XVII y XVIII, cuando se imponen las imágenes de vestir, acordes con la teatralidad del barroco, buscando que las figuras parezcan personas reales, vistiéndolas no solo con ropajes de tela, sino además, al gusto de la época, con sayas acampanadas, rostrillos, tocas, puñetas y otros complementos que nada tienen que ver con la ropa de una mujer hebrea del siglo primero. En el caso de la Virgen de la Antigua, no solo se retalla el torso y los brazos para poder vestir la imagen, sino también la cabeza, para que puedan llevar pelo natural tanto la Virgen como el Niño. Ocurría también con bastante frecuencia en este proceso de transformación de las imágenes marianas, que el Niño original, que solía formar una sola pieza con la Virgen, desapareciera en el proceso de retallado del cuerpo y articulación de los brazos. En el caso de la Antigua, el tamaño y la posición del Niño parecen indicar que no es el original, sino un añadido del barroco. Aunque el padre Juan Ruiz habla con bastante dureza de este retallado, diciendo que la imagen fue mutilada y desfigurada, la mentalidad tridentina fue bastante proclive a esta, entonces, nueva estética, pues se consideraba que así se tenía un concepto más humano y más cercano de las personas sagradas, al dar las imágenes sensación de realismo. Una vez retallada la imagen de la Antigua, empieza a vestirse con trajes de Reina, al gusto de la época, pero las reinas y las damas de la nobleza en general, no usaban unos trajes tan ostentosos cuando salían al campo o viajaban o peregrinaban. En esas ocasiones llevaban ropa algo más cómoda. Nada de rostrillos, ni largos mantos, ni tocas. Permitían incluso que se les viera el pelo usando sombreros y tocados, a veces muy elaborados adornados con flores y plumas. En España y en Hispanoamérica, la Virgen María empieza a ser representada con estas ropas campestres, sobre todo a raíz de la aparición en Sevilla de la advocación de la Divina Pastora en el convento de frailes capuchinos. A raíz de este hecho, este tipo de vestimenta empezará a conocerse como traje de pastora. Esta imagen histórica y tan venerada de la Virgen de la Antigua, desapareció durante la guerra civil y, aunque circulan varias versiones sobre cuál fue su destino, lo único cierto es que en su momento hubo que hacer una imagen nueva. Se hizo un llamamiento, por el párroco de San Juan pidiendo fotografías de la imagen desaparecida y con las que se recogieron, se encargó la imagen actual, copia fiel de la anterior. Del mismo tamaño, exactamente setenta y cinco centímetros de altura, de vestir, con pelo natural tanto la Virgen como el Niño, en la misma posición que la original, se cuida la inclinación de la cabeza y la mirada baja, tan características de la antigua imagen. La imagen actual también reproduce la cumplida túnica y el zapato más o menos puntiagudo, al que se refería el padre Juan Ruiz, como testimonio del resto que quedaba del retallado de la imagen primitiva. La peana del querubín, que también aparecía en la foto, fue descartada por falta de presupuesto, habida cuenta de que se estaba en plena obra de rehabilitación de la ermita. Esta imagen de nuestra Patrona ha sido restaurada el pasado mes de marzo por el imaginero cordobés d. Miguel Ángel González Jurado. La imagen de la Antigua es una talla de madera, posiblemente de tilo o chopo, muy detallada y exquisita. La escultura se encontraba en perfecto estado y no ha sido necesario realizar ningún trabajo sobre ella. La intervención se ha centrado sobre todo en la policromía de la Virgen. Para ello se ha utilizado óleo de pigmento puro, goma laca y ceras naturales. Se ha tendido a la recuperación del aspecto original tanto de la Virgen como del Niño, sobre todo en lo que se refiere a los ojos y a las mejillas. El borde de la túnica se ha enriquecido con un festón de oro fino y también se han dorado los zapatos. La peana ha tenido que ser sustituida por motivos de calidad estructural. Actualmente las plantas de la Virgen se asientan sobre una peana de madera de cedro, tallada a mano y dorada en oro fino. Esta restauración, costeada en gran parte por un hermano supone un embellecimiento y un enriquecimiento de la imagen de la Virgen. Una alegría para todos los hinojoseños, para los amantes del arte y sobre todo para los devotos de la Virgen de la Antigua que reconocen en Ella, a la Madre de Cristo y a su propia Madre y Patrona. D. Antonio J. Cortés Jurado. Vicepresiente de la Cofradía.
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