El P. Juan Ruiz narra asimismo en su libro el hecho prodigioso ocurrido en el año 1921, que pone de relieve la ayuda de la Santísima Virgen «a sus devotos». Pero ha sido el propio protagonista Ambrosio Arellano Moreno, que hoy cuenta con 73 años de edad, quien de viva voz lo ha relatado, el día 3 de mayo de 1992. Y como él mismo indicó, «con la sana pretensión de que este privilegio con el que la Santísima Virgen de la Antigua me favoreció, sea conocido y nunca olvidado, para que siempre podamos recordar que la Santísima Virgen de la Antigua sabe cubrir con su manto a sus hijos, se encuentren donde se encuentren». He aquí su relato: «El día 2 de noviembre de 1918, nació en Hinojosa del Duque, don Ambrosio Arellano Moreno, hijo de don Gregorio Arellano Castillejos y doña Petra Moreno Ropero. El 2 de abril de 1921, es decir, cuando el niño Ambrosio Arellano, contaba con 29 meses de edad, tuvo lugar un hecho sorprendente: la familia Arellano Moreno, explotaba en régimen de arrendamiento una finca situada en una zona próxima a la localidad de Hinojosa del Duque y a un solo kilómetro de la Ermita en donde se veneraba y se continúa venerando la imagen de Nuestra Santísima Virgen de la Antigua, denominada “Las Patudas”. Una tarde, exactamente, la del jueves 2 de abril, Gregorio y su hijo menor Ambrosio, se dirigieron hacia la Majada, allí estaba el pastor, para ordeñar junto con Gregorio las ovejas para hacer al día siguiente el queso, como suele ser costumbre, por estas fechas y por estos lugares. Los hombres comenzaron sus labores y el pequeño Ambrosio empezó a jugar con un corderillo que correteaba por allí. Repentinamente, el niño sintió hambre, intentó encontrar a su madre y a lo lejos vio sobre un cerro una casa blanca y quiso llegar a ella, pues la relacionó con el hecho de que su madre estaría en aquel lugar: el niño dejó el corderillo y se dirigió al camino de Peñarroya que siguió sin que nadie se percatara de ello. Cansado de andar se apartó del camino y se introdujo más y más en una siembra de cebada que prácticamente había granado ya y, por tanto, estaba muy crecida y el niño quedó entre la siembra. En el aprisco, su padre termina su trabajo y pide a la esposa del pastor que traiga a su hijo, que él suponía dormido junto a la pastora. La respuesta negativa de ésta llenó al padre de temor y movilizó a amigos y conocidos, los vecinos más próximos, La Granjuela, Peñarroya e Hinojosa, así como la Guardia Civil, buscaron palmo a palmo al pequeño, pero todos los esfuerzos resultaron infructuosos hasta la mañana del viernes 3 de abril, en la que un vecino de La Granjuela que poseía dos perrillos de caza, echó a éstos por la siembra y uno de ellos se quedó clavado sobre el tierno cuerpecito del niño que todavía estaba entre dormido y asustado. Inmediatamente el pequeño se refugió en brazos de padre cuyo único ruego era dar gracias a Dios por tan feliz encuentro. El niño llegó a su casa, y ya junto a su madre, decidieron toda la familia de común acuerdo que aquel año se iba a festejar a la patrona más que nunca en aquella casa. En la mañana del 5 de abril de 1921, la familia Arellano Moreno, formada por el matrimonio y sus cinco hijos se dirigieron a la ermita de nuestra patrona y cuando el niño, en brazos de su madre entró en ella, el pequeño se quedó mirando con una inefable ternura la imagen de la Señora, su madre al ver la preciosa sonrisa de su hijo en los labios, mirando con insistencia la santa imagen, le preguntó qué le ocurría y él le respondió ante el asombro de todos, y con la sencillez y dulzura con la que sólo los niños saben hacerlo “Mamá, esa mujer fue la que anoche me envolvió en su manto rojo que lleva y cuidó de mí”». Extraído del libro La Antigua, Nuestra Patrona obra del Rvdo. D. Antonio Gil Moreno. Fotografía de archivo, Ambrosio Arellano portando a la Virgen de la Antigua (en el centro). |
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